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CondicionsSocials
Condiciones sociales
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La gripe de 1918 llegó a España en un momento especialmente frágil para sus clases populares y trabajadoras: a las tradicionales carencias sanitarias se añadía una crisis social que repercutiría fundamentalmente sobre las clases subalternas.

 

En materia de sanidad ha sido estudiada ampliamente la relación entre los índices de mortalidad de cualquier sociedad y las condiciones sociales bajo las que vive su población. Los habitantes del Estado español, al comenzar el siglo XX, sufrían unas tasas de mortalidad que en Europa sólo eran superadas por Rusia y el Imperio austrohúngaro. Sin embargo, a partir de ese momento las cifras empezaron a mejorar. Las causas hay que buscarlas, entre otras, en medidas como la generalización de cierta mejora nutricional o la construcción de redes de alcantarillado o sistemas de depuración de las aguas.

 

Por otra parte, después de casi cuatro años de una guerra que acabaríamos llamando Primera Guerra Mundial (1914-1918), la gripe emergía en Estados Unidos y se esparcía por todo el mundo en buena medida a causa del movimiento de tropas. A pesar de que España se había mantenido neutral y esto había permitido que la economía saliera bastante reforzada, los beneficios habían quedado en manos de una minoría de propietarios mientras la gran mayoría de la población seguía viviendo en una situación muy precaria que el alza de precios no hizo más que profundizar.

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Las críticas se centraron en el aumento del importe de los precios del carbón y de la harina. Como buena parte de Europa estaba en guerra, la demanda y la exportación de estos dos productos básicos se disparó, lo que repercutió en los precios. El invierno de 1917 estaba siendo muy frío y el 10 de enero de 1918 las mujeres del barrio barcelonés del Raval iniciaron una protesta por el precio del carbón que terminó por convertirse en una revuelta popular. Poco a poco, a las protestas encabezadas por las mujeres, protagonistas de los motines de subsistencia, se añadieron los sindicatos, que pararon cientos de empresas y sacaron a la calle miles de personas.

 

A partir del mes de mayo de 1918 la gripe empezaba a ocupar los titulares de los periódicos. Poco a poco se fue extendiendo por todo el Estado y, como no podía ser de otro modo, los más perjudicados fueron los sectores más desfavorecidos. La pobreza va de la mano de la desnutrición, el hacinamiento, las malas condiciones higiénicas, las dificultades de acceso a servicios médicos y a la educación sanitaria, todos ellos factores que facilitan los contagios y empeoran el pronóstico y tratamientos. Esta es la conclusión a la que llegó el doctor Bernabeu-Mestre en estudiar el caso de Alicante (Echeverri, 1993), que coincide con los estudios realizados por Glasgow (Echeverri, 1993), donde se constató una mayor mortandad en las provincias con peor nivel socioeconómico e higiénico. Otros estudios sobre niños y reclutas refuerzan esta tesis de la mayor afectación de la gripe sobre las clases subalternas.

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A partir de enero de 1919 arrancaba la tercera ola de gripe, que iría languideciendo hasta desaparecer para siempre en junio. Ahora bien, si de esta pandemia no se volvería a oír hablar nunca más, la crisis social permanecería. La CNT, el principal sindicato catalán fundado hacía una década, no paraba de aumentar su afiliación, y la lucha por las mejoras de las condiciones de trabajo se extendía.

 

La Huelga de La Canadiense de febrero-marzo de 1919 arrancaría por primera vez en la historia la jornada laboral de las ocho horas. En respuesta al empuje de la clase trabajadora, la patronal iniciaría una etapa de terror armado conocido como pistolerismo.

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